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Decoración, restaurante y ubicación Un precioso palacio de piedra con un buen restaurante y excelente ubicación entre Cabezon de la sal y San Vicente de la Barquera
EL Hotel está muy bien. La atención fue muy buena. El único problema fue q la comunicación de la reserva por parte de "atrapalo" no la tenían clara y tuvimos q presentar el voucher y solicitar todo lo pagado. Por lo demás. Muy bien. La atención del personal.
Palacio precioso bien restaurado.
Un palacio discreto. En nuestra opinión, se trata de justo eso: un tres estrellas. La cocina está por encima de las prestaciones del hotel, tiene unos desayunos extraodinarios y los platos del resto de horarios están orientados al vanguardismo. Respecto a las habitaciones, son sencillas, con poca luz tal vez. El primer día nuestro cuarto de baño olía a cloaca, problema que fue subsanado al día siguiente. La bañera estaba picada (da muy mal efecto) y el colchón aunque es cómodo, es de muelles). El personal fue muy amable y atento en todo momento. Bien en general aunque hay aspectos que podrían mejorarse. En nuestra oferta nos incluía detalle en habitación que no fuimos capaces de encontrar. Gastronomía del hotel.
Un trato extraordinario por parte de los trabajadores que hacen que te sientas como en casa.
GENIAL, esta muy bien el hotel y el entorno muy cerca de comillas y de San Vicente de la Barquera.
Ubicación, encanto y jardín Es la segunda vez que nos alojamos. Resulta ideal tanto por la ubicación (al lado de Cabezón de la sal, bosque de secuollas, Comillas y San Vicente de la barquera), como por su jardín y restaurante ideal para que los niños puedan jugar
La casona El hotel es una casona preciosa con un personal muy amable. La cena estupenda, el desayuno muy mejorable. No quedaba bizcocho casero y el resto era bolleria industrial.
A 15 minutos en coche de Comillas y media hora de Santander. El edificio es muy bonito y todo el interior muy bien conservado y limpio. El servicio es atento y agradable. El único pero es que está al borde de la carretera, no es que haya ruido pero si estuviera más retirado tendría más encanto todavía. El pueblo, sin ser grande, tiene gasolinera y farmacia.
Las habitaciones no tienen aire acondicionado, y en agosto se nota. Los tabiques de las habitaciones extremadamente delgados (¿Pladur?), y te enteras de todo lo que pasa en la de al lado. El desayuno normal, el restaurante a la carta bueno. La limpieza mejorable. En las zonas comunes era perfecta, pero en la claraboya de mi habitación había telarañas. La atención del personal buena.
TRECEÑO
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