Bajarse al moro

10

Mario

¡Lo recomienda!

La esencia pura del teatro y una obra magistral que nos transporta a los 80 fue como pase mi tarde de Sabado. Espectacular y más que recomendable.

Conozco muy bien esta obra por haberla visto sobre las tablas en varias ocasiones y haberla analizado con mis estudiantes de Bachillerato en varios cursos. El texto de Alonso de Santos es incombustible y mantiene su vigencia, pues permite una lectura plenamente contemporánea de los hechos que cuenta. La interpretación de los actores es magnífica: desde J. Llorente, que interpreta al drogadicto con síndrome de abstinencia, a S. Vizán, la niña rica que juega a ser rebelde. Quizá A. Fernández (el policía) debería mostrarse menos atropellado y dosificar ese apresuramiento constante de su personaje. C. Bergón tal vez debería remarcar menos los gags porque las barbaridades que dice su personaje, Doña Antonia, expresadas con la mayor naturalidad, sin enfatizar, ya resultan efectivas por sí mismas sin necesidad de subrayarlas. Y los actores que encarnan a Chusa y a Jaimito están sublimes, no pierden un ápice de energía y están siempre enfocados en lo que necesitan y en estar con el otro. Me hubiera gustado ver a C. Karo menos apegada a la Chusa que todos tenemos en mente (V. Forqué) porque esta actriz demuestra una capacidad brutal para inocularse en vena el personaje y, por eso mismo, estoy convenciido de que una Chusa más personal obraría prodigios porque, aún así, realiza un trabajo portentoso. Y el plato fuerte del menú es, sin duda, Jaimito. He visto a muchos Jaimitos sobre las tablas y algunos de ellos muy buenos, pero el que encarna N. Stivell se lleva la palma (de oro, si yo pudiera otorgarla). ¡Qué manera de transitar entre emociones dispares! Aunque sólo fuera por el parlamento que mantiene con su hámster, ya merecería ver la función. ¡Qué manera de transmitir la zozobra y la congoja del enamoramiento frustrado! Hubiera batido palmas en ese instante, pero no quise interrumpir tan mágico momento. ¡Chapeau!